Mes: marzo 2023

Síndrome del Túnel del Carpo. Síntomas y Causas

El síndrome del túnel del carpo o síndrome del túnel carpiano es una patología que asienta en la región de la muñeca. Pese a ello expresa su manifestación sintomática de un modo característico hacia los dedos primero, segundo, tercero y mitad lateral del cuarto.
 

 

¿Qué es el síndrome del túnel del carpo? 

El síndrome del túnel del carpo es un conjunto de síntomas y signos derivados de la compresión del nervio mediano a nivel de la muñeca. Concretamente durante su trayecto por el túnel carpiano, región ósea con forma de canal que aglutina además otras estructuras que viajan hacia la mano.

Es la neuropatía por compresión más común de la extremidad superior. Con una alta prevalencia, constituye una condición incapacitante para el paciente desde las primeras etapas ya que altera la función del nervio mediano.

Los casos graves suelen tratarse quirúrgicamente, mientras que en los casos de leves a moderados la recomendación pasa por el tratamiento conservador. 

Anatomía del nervio mediano y del túnel del carpo

El túnel carpiano es un canal anatómico formado por los huesos del carpo y sus ligamentos interóseos y techado por el ligamento transverso del carpo. A través de este espacio angosto transcurren hasta diez estructuras cordonales que buscan pasar a la mano. Junto al nervio discurren los tendones pertenecientes al flexor largo del pulgar, al flexor superficial de los dedos y al flexor profundo de los dedos.

El nervio mediano es uno de los nervios principales del miembro superior. Desde su origen procedente de la unión de varias raíces nerviosas que emergen lateralmente de la región cervical, comienza su largo viaje hasta la mano. Ya constituido como nervio mediano pasa por debajo de la clavícula y desciende por la cara interna del brazo hacia el codo.

 

A partir de la flexura del codo suele perforar al músculo pronador redondo y desciende en profundidad por el antebrazo. Próximo a la muñeca aflora superficialmente, es lo más superficial en este tramo justo por debajo del retináculo flexor. Finalmente y tras salir por el túnel del carpo llega a la mano toda vez que ha dejado atrás otras zonas de posible compromiso por atrapamiento. 

El nervio mediano da inervación motora a músculos del antebrazo y de la mano. Es en esta última región, la coincidente con los músculos palmares del pulgar, podemos ver un signo de atrofia en estados avanzados. El área inervada por las fibras sensitivas del nervio mediano que atraviesan el túnel del carpo queda mejor explicada con una imagen que con palabras. 

 

Síntomas del síndrome del túnel del carpo

La sintomatología del síndrome del túnel del carpo es variable y no es infrecuente que su presentación sea bilateral. Se caracteriza por dolor, hormigueo y/o sensación de entumecimiento en la muñeca, la mano y los dedos pulgar, índice, corazón y la mitad radial del dedo anular. Es característica también la sensación de calambre que viaja desde la muñeca hacia los dedos, primeramente con alta frecuencia hacia el tercero. 

En fases iniciales las tareas cotidianas como escribir en un teclado, vestirse, usar tijeras, etc, pueden desencadenar síntomas. Síntomas que por otra parte tienden a empeorar por la noche. Esto justifica que el paciente despierte y de forma espontánea sacuda la mano para recuperar la sensibilidad. 

En estados más avanzados existe una disminución de la fuerza y ​​de la función de la mano. Suele haber una disminución de la fuerza de pellizco y de prensión y suele aparecer atrofia muscular en la base del pulgar.

 

«Un aspecto destacable es que en ocasiones no existe una relación directa entre la afectación en la conducción neural y la sintomatología. Así, algunos pacientes que están en una fase leve o moderada ya presentan una gran sintomatología y una capacidad funcional disminuida» 

 

Factores de riesgo para padecerlo

La mayoría de los casos de síndrome del túnel del carpo son de causa desconocida (idiopáticos). Sin embargo, existen diferentes factores de riesgo hacia los que apuntar.

  • Género femenino
  • Edad avanzada
  • Obesidad
  • Enfermedad Tiroidea
  • Diabetes
  • Embarazo
  • Insuficiencia renal, Alcoholismo
  • Amiloidosis Primaria
  • Ttoxicidad por fármacos

La ocupación laboral que implica movimientos repetitivos de flexo-extensión o manejo de herramienta vibratoria parece tener responsabilidad en la patología.

 

Diagnóstico del síndrome del túnel del carpo

 

El diagnóstico del síndrome del túnel del carpo debe comenzar siempre con base en una historia clínica adecuada. En ella el paciente tiene que dar respuesta a múltiples cuestiones. Descripción de sus síntomas, su duración y ubicación, desde cuándo los tiene y cómo han progresado, las actividades que desarrolla, enfermedades concomitantes, etc.

 

Lo siguiente necesario es realizar un minucioso examen físico que normalmente se complementa con estudios de electrodiagnóstico (conducción nerviosa y electromiografía) y de imagen ecográfica.

 

En los últimos años, la ecografía ha ganado protagonismo como prueba diagnóstica y de ayuda para detectar alteraciones estructurales en el síndrome del túnel del carpo. Tal es la aplicabilidad de la ecografía que incluso se usa como guía para la realización de procedimientos minimamente invasivos de liberación del nervio mediano.

 

Tratamiento del Síndrome del túnel del carpo

Depende de la severidad de los síntomas que presente el paciente, las opciones de tratamiento varían. En casos leves-moderados el tratamiento será conservador. Mientras que en los casos moderados-severos la elección será el tratamiento quirúrgico. 

 

Férulas

Estas son un tratamiento conservador para mantener la muñeca en posición neutra, para que así,  la presión sobre el nervio mediano resulta más baja. De este modo, se pretende evitar que el paciente adquiera posiciones de flexión/extensión mantenidas durante el sueño que le perjudiquen.

 

 

Fisioterapia para el síndrome del túnel del carpo

La fisioterapia toma un papel principal en el tratamiento conservador y donde no se requiere de cirugía para el túnel del carpo. Existen diversos ejercicios y terapias para ello, con unaposible recuperación total antes del año de evolución. Sin embargo, existen casos resistentes al tratamiento conservador que acaban en cirugía.

 

Tratamiento quirúrgico en el síndrome del túnel del carpo

Éste es el tratamiento último una vez agotadas las demás opciones de manejo anteriormente planteadas. La excepción en el orden de usos de tratamientos vendría determinada por la existencia de signos iniciales graves del tipo atrofia de la musculatura tenar. En tal caso el tratamiento quirúrgico sería la primera elección.

La cirugía consiste en liberar el retináculo flexor longitudinalmente para aliviar la presión dentro del túnel carpiano y descomprimir el nervio mediano.

El manejo fisioterápico adecuado tras la intervención propiciará menor riesgo de formación de tejido cicatricial de características secundarias. Ayudará a restaurar la movilidad de la muñeca, mano y dedos y facilitará la recuperación de la fuerza de los músculos. Con el tiempose podrá educar en el cambio/adaptación de los hábitos que han podido desencadenar los síntomas en primera instancia si fuese necesario. 

Conclusiones:

  • El síndrome del túnel del carpo se caracteriza por el entumecimiento, hormigueo de los tres primeros dedos y la mitad del cuarto y la pérdida de fuerza/función de estas estructuras.
  • Su diagnóstico se basa en los síntomas y signos del paciente. 
  • El tratamiento conservador es la primera opción terapéutica y su piedra angular es la fisioterapia. 
  • La cirugía está reservada para unos casos concretos y tras ella es necesario realizar fisioterapia. 
  • La IMPLICACIÓN DEL PACIENTE es clave para conseguir resultados óptimos. 

 

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La rehabilitación: el reto del paciente después de una intervención ortopédica

"Las emociones son reacciones psicofisiológicas que todos experimentamos a diario, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Son de carácter universal, bastante independientes de la cultura y generan cambios en la experiencia afectiva, en la activación fisiológica y en la conducta expresiva. Surgen ante situaciones relevantes que implican peligro, amenaza, daño, pérdida, éxito, novedad…y nos preparan para poder dar una respuesta adaptativa a esa situación."
 

 

A lo largo de nuestra evolución como especie, gracias a las emociones hemos podido responder rápidamente ante aquellos estímulos que amenazaban nuestro bienestar físico o psicológico, garantizando nuestra supervivencia. Además de esta función primordial adaptativa, las emociones cumplen una función social y otra motivacional.

A través de la primera, facilitan la interacción social, permitiendo la comunicación de los estados afectivos y promoviendo la conducta prosocial. Y, por otra parte, la emoción es la encargada de energizar una conducta motivada, aquella caracterizada por poseer dirección e intensidad. Una conducta “cargada” emocionalmente se realiza de forma más vigorosa y se ejecutará de forma más eficaz, adaptándose a cada exigencia.

El miedo-ansiedad, la ira, la tristeza-depresión y el asco son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y una alta activación fisiológica. Las tres primeras son las emociones más estudiadas en relación con el proceso salud-enfermedad.

En un primer momento, las emociones se consideran adaptativas y dependerán de la evaluación que la persona haga del estímulo, es decir, del significado que le dé a este, y de la respuesta de afrontamiento que genere. Existen estímulos emocionales objetivamente perturbadores que pueden no dejar secuelas, y al contrario, otros estímulos emocionales aparentemente inocuos pueden llegar a ocasionar un daño más o menos importante. La diferencia entre las dos posibilidades estriba en la percepción que cada persona tiene de esos estímulos.

Dependiendo de esa percepción, puede surgir una respuesta desadaptativa, es decir, permanecemos indefinidamente enfadados, tristes, ansiosos o aterrados, una vez desaparecido el estímulo inicial; con el consiguiente sobreesfuerzo, insostenible en el tiempo, y un sobrecoste en forma de trastorno de la salud, física y mental.

Hay varias explicaciones por las que un elevado estado de emocionalidad negativa puede tener consecuencias para la salud:

  • Al experimentar ira, tristeza, ansiedad o depresión de manera intensa, tienden a producirse cambios de conducta que hace que abandonemos hábitos saludables como la alimentación equilibrada, el ejercicio físico o la vida social y los sustituyamos por otros como el sedentarismo o las adicciones (tabaco, alcohol) para contrarrestar o eliminar estas experiencias emocionales.
  • Las reacciones emocionales prolongadas en el tiempo mantienen niveles de activación fisiológica intensos que pueden deteriorar nuestra salud si se cronifican: la activación del sistema nervioso autónomo con elevación de la frecuencia cardíaca, hipertensión arterial, aumento de la tensión muscular, disfunción central de la neurotransmisión, activación del eje hipotalámico-hipofisario-corticosuprarrenal con perturbación de ritmos circadianos de cortisol etc. Esta alta activación fisiológica puede estar asociada a un cierto grado de inmunosupresión, lo que nos vuelve más vulnerables al desarrollo de enfermedades infecciosas o de tipo inmunológico.

En relación a los trastornos cardiovasculares, varios estudios han mostrado que la depresión es un factor de riesgo significativo de enfermedad coronaria, infarto de miocardio y mortalidad cardíaca y también se ha relacionado con una peor evolución de los pacientes coronarios.

Otro de los factores asociados a los trastornos cardiovasculares ha sido el síndrome ira-hostilidad-agresión. Krantz et al hallaron que la alta expresión de la ira se asociaba a la presencia de enfermedad arterial coronaria mientras que los rasgos de ira/hostilidad estaban asociados a un incremento de síntomas, sobre todo dolor torácico no asociado a angina en mujeres sin enfermedad arterial coronaria. Por último, la Organización Mundial de la Salud ha reconocido el papel relevante que puede jugar el estrés en la hipertensión, aunque también acepta la dificultad de cuantificar esa influencia en el desarrollo de la enfermedad.

En definitiva, existe una relación estrecha entre emociones y salud. La reacción ante determinadas situaciones y las emociones son diferentes en cada individuo. Hay personas que ante un exceso de carga emocional tienen problemas físicos (cefáleas o trastornos digestivos) cognitivos (excesiva preocupación, obsesiones) o conductuales (adicciones). Por tanto, hay un síntoma de alarma diferente para cada persona.

El entusiasmo, la satisfacción, el orgullo, la complacencia… comparten la propiedad de ampliar los repertorios de pensamiento y de acción de las personas y de construir reservas de recursos físicos, intelectuales, psicológicos y sociales disponibles para hacer frente a los momentos de crisis.

Cuando una persona posee estrategias y habilidades suficientes para hacer frente a esas situaciones generadoras de cargas emocionales, es poco probable que causen algún daño; sin embargo, en ausencia de esas destrezas, un individuo puede verse desbordado por una situación que probablemente, sólo es insuperable desde su propia percepción.

Así pues los factores psicológicos constituyen un componente más de la ecuación en el abordaje de la enfermedad. Nuestra atención médica debe cubrir las necesidades emocionales de nuestros pacientes, basada en la empatía, en la escucha, la atención de sus miedos y dudas y en el valor terapéutico que tiene la actitud positiva, con sus pilares el optimismo y la esperanza. Ayudar a nuestros pacientes a gestionar su mundo emocional significa trabajar en nuestros objetivos profesionales, que al fin y al cabo son mejorar su salud y contribuir a que éstos tengan mejor calidad de vida y mayor bienestar.